lunes, 15 de julio de 2013

¡Pobre de mí!

La noche pasada terminaron las fiestas de San Fermín en Pamplona. La gente se volvió a juntar para entonar en masa la canción de despedida, el "¡Pobre de mí!” y todo el repertorio de canciones sanfermineras como el "Ya falta menos" (claro está, para que lleguen los Sanfermines del 2014). Anoche se mezclaban los sentimientos de tristeza porque todo se acababa y volvía la rutina, pero también de cansancio; ya estaban deseando que se terminara puesto que el cuerpo no aguantaba más.


Han sido muchos días de fiesta, en los que el abuso de alcohol y la falta de sueño han sido los protagonistas. Este año se ha acrecentado la polémica en torno a las imágenes aparecidas en los medios de comunicación de chicas jóvenes semidesnudas siendo manoseadas por grupos de hombres durante el tradicional “chupinazo”, que en la actualidad se ha convertido en una juerga brutal, condensada y multitudinaria.



      
Varios hombres tocan e intentan tocar a una joven durante el chupinazo. | Reuters
Estas imágenes, que han sido difundidas por medio mundo, dejan entrever una sociedad que tiende a perpetuar patrones sexistas de dominación masculina e incitan a la violencia y discriminación contra las mujeres. Parece ser que se entiende que el "libre comportamiento" de una mujer al desnudarse el torso, acción claramente influenciada por el ambiente festivo y facilitada por la desinhibición producida por los efectos del alcohol, debe dar rienda suelta a tocamientos de la “jauría” masculina. Pero quizás lo más preocupante es que este tipo de violencia machista sea justificado por nuestra sociedad patriarcal, puesto que se afirma y reafirma que las mujeres son las que provocan.

Es conveniente evitar que este tipo de imágenes sean consideradas como ejemplo de diversión y representativas de estas fiestas, o de cualquier otra. En realidad lo que hacen es ofrecer una imagen de las mujeres que no sólo está interesadamente distorsionada sino que dificulta que puedan participar con tranquilidad de cualquier fiesta.

Las aglomeraciones y la ingesta masiva de alcohol propician este tipo de ataques a las mujeres. 

Efectos del alcohol. Leer más, aquí
Está comprobado científicamente que el consumo de alcohol o drogas se correlaciona positivamente con la violencia en sus diversas formas, es decir, existe un alto porcentaje de relación entre la ingesta de alcohol o drogas y el desarrollo de actitudes violentas. Estas conductas violentas se generan especialmente a través de dos vías. Por una parte, el consumo de estas sustancias pueden desinhibir, es decir, eliminar los frenos morales que impiden llevar a la práctica algunas preconcepciones o prejuicios. Y, por otra parte, pueden predisponer al empleo de la violencia al perturbar el equilibrio de algunos neurotransmisores dando lugar a la aparición de euforia, autoconfianza, egocentrismo y megalomanía.

No obstante, el hecho de estar bajo los efectos de una sustancia psicoactiva no puede servir de justificante para que una persona ejerza una conducta agresiva. Por lo que, tal y como dice Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres, "ni haber bebido, ni participar en un momento de histeria, ni estar en la plaza, ni quitarse la ropa, es una invitación para el tocamiento, y mucho menos el tocamiento colectivo" (Publicado en el Blog Ellas de @ElMundo.es).

En este sentido, compruebo con estupor los comentarios a las noticias en los diferentes diarios digitales. Sorprende ver cómo existe bastante indiferencia y mucha aprobación social. Me encuentro estupefacta por los numerosos comentarios que disculpan lo sucedido basándose en el consentimiento o no de las chicas de las imágenes, así se puede leer: “es evidente que las chicas muestran sus pechos voluntariamente, disfrutan siendo observadas y también siendo tocadas. A lo mejor habría que multarlas por exhibicionismo en la vía pública”.

Para la psicóloga Blanca Vázquez, cofundadora y codirectora del Instituto Español de Agresión y Familia, estas desagradables escenas son fruto del comportamiento grupal. “Los jóvenes se amparan en la masa para hacer algo que seguramente nunca se les ocurriría por iniciativa propia”. Además de la influencia grupal, Vázquez señala también el exceso de alcohol y la desinhibición durante los momentos de fiesta, en los que “las normas morales se relajan y se tiene la sensación de que todo está permitido” (Lee más, aquí).

Estoy convencida de que en la diversión no todo vale. En este caso u otros similares, no creo que se trate de valorar si el hecho ocurrido es consentido o no. Creo que la acción en sí misma es recriminable por lo humillante de las imágenes y porque sólo le ocurre a mujeres y no a hombres. Por tanto, la cuestión que se debate va más allá. No nos podemos quedar con lo representado en las fotografías, sino que deberíamos plantearnos cuáles son los límites de la dignidad de las personas, si se respeta a las mujeres, y no somos consideradas como un simple objeto sexual. Evidentemente, las fotografías realizadas muestran situaciones que no son delito por sí mismas, pero que debieran contar con el rechazo de todas y de todos. Además, esto no justifica, naturalmente, que hayan podido existir casos no consentidos y que hayan sido denunciados o no.

Quizás el problema empieza en la actitud primitiva y machista de esos hombres y en la actitud sexista y degradante de las mujeres en cuestión, que acaba haciendo que quien observa este tipo de actos, pueda sentir lástima o vergüenza ajena ante la permisividad de la sociedad. Necesitaríamos reflexionar sobre la violencia machista en ámbitos festivos tradicionalmente masculinizados.

Creo que necesitamos unas fiestas libres de agresiones, pero también de actitudes que las inciten. Tal y como afirma Izaskun Landaida, directora de Emakunde - Instituto Vasco de la Mujer: "No queremos que nadie se pase, pero tampoco que nadie pase, que nadie mire hacia otro lado". En definitiva, es necesario reclamar una actitud activa contra cualquier expresión física o verbal que no respete a las mujeres. En las fiestas debemos buscar que las relaciones sean igualitarias y consentidas por ambas partes, en las que las mujeres tengan el mismo derecho que los hombres a compartir la fiesta y sus espacios sin que su seguridad ni sus derechos sean violados.


En algún momento del siglo XXI sabremos que el sexismo ha desaparecido porque las mujeres no tendrán que realizar más esfuerzos que los hombres para conseguir lo mismo que ellos. La mujer tendrá el mismo derecho a participar en las fiestas con la misma desinhibición que los hombres, sin tener que sufrir ningún acoso por ello. Pero para eso será necesario que desaparezcan las continuas dicotomías de género de la vida cotidiana, incluso aquellas que parecen sutiles. Es fundamental trabajar con chicas y chicos en los valores de la educación, es muy importante que perciban en qué consisten las desigualdades para poder actuar puesto que en la mayoría de las ocasiones no son conscientes de ellas. Mientras tanto, sólo puedo decir... ¡pobre de mí!

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